Cuando suena el teléfono, se cae la tierra y no hay más Zoe. Suena como taladro, insiste. La abuela le da una pitada larga al cigarrillo y después atiende. Amy está tirada en el sillón, el televisor a sus espaldas como si estuviera durmiendo una siesta, pero no duerme.
Se abre un tajo en la cabeza de Amy, y se lleva las manos al cráneo para que no se derrame todo. El abuelo dice que no alborote su pelo tan lindo. La abuela lo hace callar. Después cuelga y se acerca a Amy y le pone la mano en el hombro. Amy se acurruca. La abuela dice muy bajito que a la hermana la acaban de llevar a la sala de operaciones. No dice que todo va a estar bien. Por un segundo, Amy estira la mano para agarrar la de la abuela. Después da un salto y corre al baño y vomita. Como no se puede comer antes de una operación, lo único que vomita son los líquidos de su propio cuerpo, que tienen sabor a veneno.